It could get ugly, before it gets beautiful



La distancia es a el amor lo que el viento es para el fuego: apaga los pequeños, pero aviva los más grandes.

domingo, 22 de septiembre de 2013

¿?




- Yennefer. 
    
  Se dio la vuelta, como sorprendida, aunque el brujo no dudaba de que ya de lejos había escuchado sus pasos. Puso sobre la tierra el cubo de madera, se irguió, retiró de la frente los cabellos que se escapaban bajo la redecilla de oro, los rizos retorcidos que caían sobre los hombros.
- Geralt.
    
   Como de costumbre, sólo llevaba dos colores, negro y blanco. Negros cabellos, negras y largas pestañas que obligaban a adivinar el color de los ojos escondidos por ellas. Una falda negra, un corto caftán negro con cuello de piel blanca. Una camisa del más fino lino. En el cuello una cinta negra de terciopelo adornada con una estrella obsidiana cuajada de diamantes.
- No has cambiado nada.
- Tú tampoco.-Yennefer frunció los labios-.Y en ambos casos es lo normal, O, si prefieres, lo anormalmente normal. De cualquier modo, decir esto, aunque pueda ser una buena forma para comenzar una conversación, es absurdo, ¿No es cierto?
- Cierto -afirmó él con un ademán de la cabeza, miró a un lado, en dirección hacia la tienda y las hogueras de los arqueros reales, medio escondidas detrás de las negras siluetas de los carromatos. Desde el fuego más alejado les alcanzaba la sonora voz de Jaskier cantando ''Estrellas en el camino'', uno de sus romances de amor más conseguidos.
- En fin, ya hemos dejado atrás la introducción -dijo la hechicera-. Escuchemos lo que sigue.
- Ves, Yennefer..
- Veo -le cortó con fuerza-. Pero no comprendo. ¿por qué te has unido a nosotros?
- Si dijera a causa tuya, ¿Lo creerías?
   
     Lo miró en silencio, y en sus ojos relampagueantes brillaba algo que no le gustaba.
- Te creo, por qué no -dijo por fin-. A los hombres les gusta encontrarse con sus antiguas amantes, les gusta revivir los recuerdos. Les gusta imaginarse que los antiguos arrebatos amorosos les dan algo así como un derecho perpetuo de propiedad sobre la mujer. Esto influye positivamente en su estado de ánimo. No eres una excepción. Pese a todo.
- Pese a todo -sonrió-. Tienes razón, Yennefer. el verte influye maravillosamente sobre mi estado de ánimo. En otras palabras, me alegro de verte.
- ¿Y eso es todo? Bueno, digamos que yo también me alegro. Alegrados ya, te deseo buenas noches. Me voy, como ves, a dormir. Antes de ello tengo intenciones de lavarme, y para esta actividad tengo la costumbre de desnudarme. Así que vete, para concederme al menos la cortesía de un mínimo de discreción.
- Yen -desplazó la mano hacia ella.
- ¡No me llames así! -gritó ella con rabia, saltando, y de los dedos que apuntó en dirección a él saltaron chispas rojas y azules-. Si me tocas te quemaré los ojos, canalla. 
    
     El brujo retrocedió. La hechicera, algo más tranquila, se retiró de nuevo los cabellos de la frente, se puso frente a él con los puños apoyados en las caderas.
- ¿Qué te pensabas, Geralt? ¿Que íbamos a charlotear alegremente, que íbamos a recordar viejos tiempos? ¿Que quizá después de terminar con la charla nos ibamos a ir juntos al carro e ibamos a hacer el amor, así, para reavivar los recuerdos? ¿Qué?

    Geralt, sin estar seguro de si la hechicera le leía el pensamiento por medio de la magia o si sólo lo había adivinado acertadamente, calló, adoptó una sonrisa torcida.
- Estos cuatro años han hecho lo suyo, Geralt. Ya se me ha pasado y única y exclusivamente por ello no te escupí a los ojos cuando te ví hoy. Pero no te dejes engañar por mi cortesía. 
- Yennefer..
- ¡Calla! Te di a ti más que a cualquier otro hombre, maldito seas. Y tú... Oh, no, querido mío. No soy una puta ni una elfa encontrada en el bosque, a la que se pueda abandonar por la mañana, irse sin despedirse, dejando sobre la mesa un ramito de violetas. A la que se puede dejar al hazmerreír. ¡Ten cuidado! ¡Si dices ahora siquiera una palabra lo vas a lamentar!
   
   Geralt no dijo ni palabra, percibió claramente cómo le volvía el enfado a Yennefer. La hechicera se retiró de nuevo de la frente los cabellos desobedientes, le miró a los ojos desde cerca.
- Nos hemos encontrado, qué se le va a hacer -dijo en voz baja-. No vamos a dar un espectáculo ante todos estos. Vamos a mantener el tipo. Fingiremos ser buenos conocidos. Pero no cometas un error, Geralt. Entre tú y yo no hay ya nada. Nada, ¿entiendes? Y alégrate porque esto significa que he rechazado ciertos proyectos que todavía no hace mucho tenía con respecto a ti. Pero esto no significa que te haya perdonado. No te perdonaré, brujo, nunca.

  Geralt espantó a un mosquito que le zumbaba junto al oído, caminó con lentitud hacia el fuego ante el que unas escasas palmas recompensaban la actuación de Jaskier. Miró al cielo granate por encima de la dentada y negra cadena de cumbres. Tenía ganas de reír. No sabia por qué. 

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viernes, 30 de agosto de 2013

Palabras y sueños.

Con mis palabras en armonía, dejo caer mi última gota de esperanza, trémula, en una taza de café moviéndose, buscando ir a aliviar la sed de otras. Palabras tímidas, ilusionadas y aún asustadas porque no saben cuando van a morir. No las diría si no encontrara la posibilidad de que me preguntes aún en tu pesar, si no pudieran bailar desde tus oídos a tu pecho para soñar con un latido más fuerte que el anterior. La palabra es esa sombra incansable, fiel, llena de certeza extraña... Y de repente llega la nada. Ríe mi alma, la persigo en mi búsqueda, puerta cerrada. Entre blancos y grises tu mano se hace ver para acariciar mis palabras, toca mi mano sin tocarla, parece, por un segundo, que me llevara a un mundo que extasía mi mirada, recordando los exhaustos gemidos del corazón. Entre palabras describo un mundo que nunca vivimos, un vacío lleno de nosotros, de lo que pudimos ser, atrapados en la frágil celda de un sueño. 

Todos los sueños merecen la pena. 







martes, 11 de junio de 2013

Como tú y como yo.

Como tú y como yo. He abrazado el cambio con la sonrisa del niño que vestía tu última sonrisa, que recordaba tu último perfume, que aún hoy, es mi sangre. El cambio es valiente, es tenaz, es un monstruo de cristal al que no hay que temer. Es una llave, un nuevo acertijo en la gran fortuna de la vida, joven y bella. 

Como tú y como yo. Se agrietan nuestros caminos que, como las heridas, ácidas, con lágrimas cicatrizan. Abrazaré el camino que me susurra que no mire a las nubes para evitar ver tu rostro, para evitar el sordo hábito de no olvidarte.


Como tú y como yo. Solo queda partir, echar vuelo. Deseando que el viento no me gima, que no me escurra entre deseos, que mis gélidos dedos no encuentren el hueco de tu mano, encontrar el suspiro que anhela solo verte sin sentir nada, nada para siempre.


Como tú y como yo. Añoro tu dolor, tu dolor que me da alas, dejando desteñida tu sombra. 

Hoy mi piel se cuartea, como los días cuando te sonreí. Toma ahora mis palabras antes de que marchiten, toma una de las mil que sembró tu risa en mi jardín. Que me acompañe la luna esta noche, ahora que me siento olvidado, ahora que dibuja mi sombra sin ti. Hoy puedo confesar, que las noches no te esperan. Hoy no es el fin. 




El Olvido


'' Y esa verdad será...que no hay olvido.'' 
- Mario Benedetti

Antígona

Seré un laberinto perdido en tu incertidumbre. Ciego, te acompañaré allá donde vayas, porque soy parte de ti, porque no me olvidarás. Ni la carne ni la peste, ni tu dolor ni mi muerte, serán mayor peso que el que dejo yacer sobre ti. Por ti soñaré con acerbas lágrimas que vierto a ambos lados, uno bajo la tierra en paz callada y otro sobre la firme tierra desolada. Ni tan siquiera tu viaje te separará de mi cuerpo, ni de mi mente te alejará tu recuerdo, dictador y tirano. Yo, rey de tu corona, se que dejo en ti lo mejor que he podido dar, que mil noches nos separarán y que no serás canción en mi diario. Serás firma, serás pluma, serás vida.

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lunes, 10 de junio de 2013

Arcana

Se enredaban mis dedos entre esperanzas, que morían en tu cuello, que brotaban de tus labios.
La noche azul que caía sobre el mundo; y sobre mis brazos te sostuve, serena e ingenua,
Callando el sollozo de un alma impávida con miedo a soñar;
Se encendía, sano, el sol entre mis manos.

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